¿Quién dijo que viajar es caro? Siete lugares de Madrid que podrás visitar de manera gratuita.
Una de las ideas que nos gusta reseñar en nuestras publicaciones es que cada vez que nos embarcamos en algún viaje somos conscientes que éste nos proporcionará nuevas experiencias y sensaciones. Cada nueva aventura nos brinda la posibilidad de conocer no solo el destino, sino también a su gente. El hecho de poder interactuar con todo tipo de personas ha hecho que tanto Raissa como yo hallamos desarrollado una mayor capacidad empática.
No obstante, como ya nos hemos referido en alguna ocasión, los viajes también hacen que nos conozcamos mejor a nosotros mismos y, sobre todo, a aquellos que nos acompañan. Precisamente, este fue el principal motivo, por el cual, esta vez invitamos a mis padres a que se sumaran a nuestro nuevo destino, Madrid. Me llamó poderosamente la atención observar como mi padre y mi madre se transforman en otras personas, una vez que dejan a un lado los problemas y las responsabilidades que conllevan su día a día. Por momentos, llegué a pensar que eran ellos los que estaban celebrando los seis años de casados y no nosotros.
Recelos aparte, el otro motivo que nos hizo decantarnos por la capital de España era el saber si podíamos configurar una especie de itinerario a coste cero o, por lo menos, lo más barato posible. Como adelanto podemos decir que, en ambos casos, se terminaron cumpliendo nuestras expectativas: conocimos un poco mejor a los “enamorados” y conseguimos visitar distintos lugares sin desembolsar ni un solo euro.
1. Templo de Debod
La excelente ubicación de nuestro apartamento, situado en una de las calles que desembocan en Plaza España, hizo que nuestra primera parada fuera en el Templo de Debod. Pese a haber oído hablar de él, la realidad es que poco sabíamos acerca de tan fastuoso edificio. Construido en el siglo II a.C., el templo fue regalado por parte de las autoridades egipcias a la ciudad de Madrid. Tras un minucioso proceso de reconstrucción, se abrió al público en 1972. Como dato, reseñar que disfruta de su orientación original, es decir, de este a oeste.
Ya en su interior pudimos deambular por sus distintas estancias y, de este modo, conocer más acerca de su historia. Las piedras originales, con sus respectivos jeroglíficos y bajorrelieves, hizo que tuviéramos la impresión de estar más cerca del Nilo que del propio río Manzanares.
2. Museo Cerralbo
Finalizada nuestra visita, pusimos rumbo hacia el parque del Buen Retiro con la idea de conocer el Palacio de Cristal. Íbamos caminando y charlando de forma distendida, cuando de repente nos encontramos con un grupo de personas que aguardaban para entrar al interior de un edificio. Mi curiosidad me llevó a preguntar a una de ellas el motivo de su espera. La señora, que resultó ser del mismo Madrid, me comentó que el Museo Cerralbo era uno de los grandes desconocidos de la capital y, además, gratuito los fines de semana. Como era de esperar la idea nos sedujo bastante y, tras un pequeño debate, decidimos visitarlo.
Lo primero que nos sorprendió fue la propia arquitectura del edificio. De estilo historicista de corte clásico, fue construido entre 1883 y 1893. En la actualidad acoge las diversas colecciones de Enrique de Aguilar y Gamboa, marqués de Cerralbo, y su familia. Pese a que estamos acostumbrados a visitar museos con bastante asiduidad, nunca habíamos visto nada parecido. Todo en su interior debía de ser contemplado con parsimonia, pues no había rincón alguno que adoleciera de encanto. Durante el recorrido pudimos deleitarnos con pinturas de artistas como El Greco, Alonso Cano, Tintoretto o Zurbarán.
Entre la infinidad de objetos de gran valor expuestos se encontraban relojes, muebles de época, lámparas e, inclusive, una colección de armaduras japonesas. Con respecto al mobiliario, quedamos fascinados con la mesa francesa y los divanes que conformaban unas de las habitaciones más impresionantes, el Salón de Billar. De igual modo, cualquiera de los presentes podíamos imaginarnos como algunos de esos invitados que, tiempo atrás, se dieron cita en el espléndido Salón de Baile, unas de las estancias referentes del museo. El interior del palacio también dispone de un pequeño jardín que alberga distintos elementos clásicos como columnas y esculturas. Un espacio ideal para descansar y reflexionar sobre todo lo visto hasta el momento.
3. Palacio de Cristal del Retiro
Aún extasiados por todo lo visto en el Museo Cerralbo, al día siguiente resolvimos poner rumbo hacia al Palacio de Cristal. En mi caso tenía muchas ganas de conocerlo, ya que lo estudié en el grado de Historia del Arte. A pesar de haberlo contemplado reproducido en infinidad de ocasiones, solo cuando me encontré ante él fui capaz de captar su verdadera esencia. Concebido en un principio para albergar la Exposición de Flora de las Islas Filipinas celebrada en 1887, pronto pasó a ser utilizado como sede de la Exposición Nacional de Bellas Artes que, por aquel entonces, se celebraba cada dos años. Hoy en día su uso sigue vinculando al arte, ya que acoge proyectos e instalaciones de artistas contemporáneos.
Lo que más nos gustó de este palacio, inspirado en el ya extinto The Crystal Palace londinense, fue la posibilidad de recorrer su interior y comprobar su conexión con la naturaleza que lo acoge. Dicha interacción es posible gracias a unos de sus principales materiales: el vidrio. El pequeño lago artificial que lo precede, lo convierte en un escenario perfecto para quienes quieren inmortalizar su visita a través de una buena fotografía.
4. Matadero Madrid
Si había un sitio al que no podíamos dejar de ir, ese era el Matadero de Madrid. Raissa me comentó que tenía muchas ganas de conocerlo, pero que por un motivo o por otro, nunca se había dado la oportunidad. A decir verdad, tenemos cierta debilidad por aquellos espacios que, tras haber cumplido con la función para los que fueron creados, se rehabilitan y se les otorga un nuevo uso.
El antiguo Matadero de Madrid es hoy en día uno de los epicentros culturales de la ciudad. Sus pabellones de estilo mudéjar se erigen como espacios multifuncionales que ofrecen desde exposiciones a reproducciones cinematográficas. Aquellos enamorados de la lectura pueden encontrar en la Casa del Lector todo un sinfín de actividades relacionadas con esta práctica. Debido a las fechas en las que fuimos, principio de agosto, muchos de los pabellones resultaron estar inactivos. Pese a todo, su ubicación junto al río Manzanares, nos permitió alejarnos por un momento del bullicio de una ciudad a la que parece costarle irse a dormir.
5. Puerta del Sol
Habiéndonos dado por satisfechos, el resto de nuestra estancia la dedicamos a pasear por algunas de sus calles y avenidas más emblemáticas. Recuerdo que íbamos caminando por la céntrica Puerta del sol, cuando de pronto observamos a un grupo de personas que se concentraban alrededor de un lienzo. Llevados por la curiosidad, nos acercamos para conocer el motivo de la improvisada reunión.
No salimos de nuestro asombro al descubrir que, tras la enorme tela, se encontraba unos de los grandes referentes de la pintura hiperrealista, Antonio López. Durante unos minutos pudimos deleitarnos con sus sutiles trazos, algo que jamás hubiéramos imaginado al salir de Málaga. No todos los días se tiene la suerte de ver trabajar in situ a un artista, y muchos menos a alguien de la talla del ciudadrealeño.
Extras:
A diferencia de otros viajes, contábamos con muy poco tiempo para intentar descubrir los secretos de una urbe de semejante tamaño. Lo positivo de esta circunstancia es que no nos queda más remedio que volver a una de nuestras ciudades favoritas. Por otro lado, nos quedamos sin visitar algunos de los puntos que teníamos marcado en nuestro peculiar itinerario:
6. Estación de Chamberí
La estación de Chamberí, conocida también como estación “fantasma”, es una parada de metro clausurada en 1966. Durante muchos años sirvió de refugio a personas que no disponían de hogar. Tras ser rehabilitada, en 2008 abrió al público como museo de Metro de Madrid. Su excelente estado de conservación permite al visitante conocer elementos originales como las taquillas o su llamativa azulejería. La duración de la visita oscila entre los 25 y 30 minutos, y se realizará bajo la supervisión de un guía.
7. Parque de Europa
En el caso del Parque de Europa, el acceso es libre y no se acoge a ningún tipo de horario específico, salvo el de su apertura y cierre. Su atractivo reside, principalmente, en las 17 réplicas de monumentos europeos; además, de un fragmento original del famoso Muro de Berlín.
Estas dos interesantísimas opciones, al igual que suceden con las anteriores, son totalmente gratuitas.
Paradójicamente, hasta hace bien poco el sentimiento que teníamos hacia Madrid era, por decirlo de algún modo, de amor y odio. Si bien, era el punto de encuentro cuando vivíamos en distintas ciudades, también lo era de las despedidas. Pese a todo, decidimos darle una nueva oportunidad y volver con una mirada renovada. Esta vez no hubo ni prisas por perder el tren, ni besos apresurados en mitad de la terminal. Madrid, al igual que las buenas amistades, necesitan de tiempo. Un tiempo que nos ha hecho enamorarnos de ella y por fin comprender el significado del famoso dicho “de Madrid al cielo”.
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